martes, 21 de diciembre de 2010

El privilegio de tomar café recién hecho.


El ir a andar con mi vecina del quinto, la del pitxin (así llama a su marido), finaliza casi siempre compartiendo un café en alguna de las cafeterías que encontramos en nuestro recorrido. El pasado domingo me tocaba a mí invitar, ella, en contrapartida  me regalo  una anécdota maravillosa, con la que reflejo su bondad y humildad.

Hace unos años compartió durante unos días unas minivacaciones con una cuñada. Conocía perfectamente la personalidad de la mujer de su hermano pero nunca se imaginaba la lección magistral sin palabras que le iba a impartir . El primer día le dijo que ella nunca tomaba café si no era recién hecho. Mi vecina amorosa, bondadosa y humilde le contesto que era una pena tirarlo y que a ella no le importaba tomarlo recalentado. El segundo día el hecho se convirtió en un rito. Y, hasta que llego el cuarto día, su cuñada no le dijo “el porque” de tomar el café al momento.  Dice, mi vecina del quinto, que desde entonces, aprendió que el café se oxida, pierde aroma y sabor si no se toma inmediatamente, pero sobre todo lo más importante del aprendizaje fue darse cuenta que hay personas que aprovechan siempre situaciones y hechos para imponer sus privilegios.  La relación actual con su cuñada se mantiene dentro de lo políticamente correcto, y nada más. ¡Qué poco le hubiera costado explicarle el primer día la oxidación, perdida de aroma y sabor; para así compartir el mismo café!

No hay comentarios:

Publicar un comentario