martes, 28 de septiembre de 2010

Vicky, el maniquí vejado en la vía pública



Vicky, el maniquí vejado en la vía pública (Público)
La ONG cordobesa Mujeres en Zona de Conflicto (MZC) ha presentado hoy junto a la empresa de comunicación A las 6 en la Playa el proyecto 72 horas con Vicky, un vídeo grabado a escondidas para conocer ... (ver y leer más)



Reflexión de Mari Kasetari

viernes, 24 de septiembre de 2010

Instrucciones



Paseo de Aixerrota, pasadas las siete de la tarde.

Una vez que se enfila el pasillo de cemento que va paralelo a la hierba y al bidegorri, todo el mundo camina a ritmo de desfile de infantería. Es lo que me han dicho, andar, andar mucho,  airosilla, no como si fueras viendo escaparates, ... La mayoría de la gente cree que a todas las mujeres nos pirran las tiendas.

Por eso casi no les había visto hasta llegar a unos metros de su posición, justo al lado del antiguo molino restaurado. Una pareja de novio-novia y un fotógrafo. Parecían estar realizando el tradicional reportaje de boda, las acostumbradas fotos de caras tiernas y miradas arreboladas, para recordar aquel momento el resto de sus vidas,.. o al menos una temporada, ahora no se sabe.

La novia y el novio habían adoptado una posición excéntrica, hasta extravagante para una pose de pareja enamorada, en estado de puro desequilibrio. Sus cuerpos estaban separados más de un metro y a esa distancia ¡pretendían cogerse de la mano!, lo que les obligaba a arquear el cuerpo en un ángulo imposible de 45 grados y a forzar la sonrisa apretando los dientes. Estaban tensos, bloqueados en la postura. ¡Hasta el molino lucía más flexible que ellos! El resultado era que parecía como si ella pretendiera fugarse y el  tratara de impedirlo, o al revés, que el se lo había pensado mejor y quería coger las de Villadiego, mientras ella trataba de retenerlo en el último momento… ¡Santo cielo, qué postura, se iban a partir!

Y en esas que se oye la voz del fotógrafo dirigiéndose a la novia, en tono paciente y paternalista:
-       Ya te lo he dicho antes, cuando yo te doy una instrucción es para que la hagas tuya y después tienes que realizarla de forma natural, como si se te hubiera ocurrido a tí, como si saliera de ti…

Yo pensé  “.. y solo es el fotógrafo”.   El muy tirano pretendía hacer un ocho con la columna vertebral de la chica y que pareciera que había sido idea suya. Claro, además, esperaba que pusiera un gesto placentero...

Tuve que alejarme mordiéndome la lengua para no decirle a la chica que recuperara la vertical y que le dijera a aquél botarate en qué postura quería verse los próximos años en la foto de boda, que a buen seguro estaría en el salón, cerca de la tele, y tendría que verla a diario …

¿Qué hacía el novio mientras tanto? No decía nada, solo la miraba con aire confiado, !tu puedes hacerlo, cariño!. ¡Estaba de parte del fotógrafo!


martes, 21 de septiembre de 2010

¿Qué tiene que ver una cuchara con una maleta?


“El hacer barrio” conlleva pararte a hablar con la tendera, la amiga de tu madre, el  vecino de al lado... Esta actividad que no hacía de forma consciente desde hace tiempo me facilita  visionar, con mis gafas de la igualdad” , los condicionamientos sexistas que impregnan aún hoy día la sociedad actual. Antes aún había más. ¡Algo avanzamos! De recoger una cuchara a bajar la maleta al trastero. Me explico:

Esta tarde ahí que me tropiezo con un vecino, hombre de mi generación, prejubilado y encantador donde los haya. Su mujer sigue  trabajando  por eso de la cotización a la seguridad social,  con un horario de comercio de sol a sol. El, por tanto, recientemente, ha comenzado a realizar esas tareas del hogar que consideraba, hasta hace poco, se hacian solas por arte de magia.. Es tal, que “tengo que apuntarlas en un posit para no olvidarlas” - comenta- . Es terrible siempre se me olvida alguna, que si pasar el aspirador, que si comprar en la carnicería, que si... , que si..– añade-.

Mi encantador vecino, donde los haya,  creció y se educo con una madre y tres hermanas. Todas ellas le facilitaron la vida ; o más bien le malcriaron de tal forma que si se caía una cuchara al suelo él entendía que era deber de su madre o hermanas recogerla. Tal vez, le querían  prevenir  un futuro lleno de lumbagos o ataques de ciática. No se si ahora padece de estos males. De lo que no padece actualmente es de signos “aparentes” de machismo. Situación perfecta para detectarlos en otras personas. Su hijo hace un mes regreso de viaje y dejo la maleta en la cocina. Desde entonces  sigue ahí ¿esperando que su madre la baje al trastero?.

domingo, 19 de septiembre de 2010

De las cavernas a los conventos


Yo ya sabía que esto del otromaripurismo no es de ahora. Que lo de ser mujer atravesada en la corriente, nadando como se puede en dirección hacia el mar, mientras el pelotón de la carrera navega hacia tierra en bote de remos (no en crucero de lujo, ni siquiera en barco de motor, que también lo tienen difícil las tradicionales, eh!) eso no era nuevo. !Teníamos antecesoras!

¿Y si las mujeres de las cavernas, además de andar como locas buscando raíces para echar a la sopa, hubieran pintado bisontes en cuevas naturales?

Lo de la monja Hildegarda está claro, una feminista adelantada. Se había dado cuenta de que la Iglesia Católica y su vocación artística no se llevaban bien. ¡Nada de cantar las mujeres!, eso solo lo hacen ellos. Así que decidió componer música en el convento, seguro que nadie lo advirtió, no se esperarían algo así de ella...

Eduardo Galeano. Yo también sabía que hay hombres que entienden lo que hacemos.
!Salirnos del pelotón y seguir corriendo a nuestra bola!


jueves, 16 de septiembre de 2010

Lo culturista y lo doméstico



Como últimamente me he vuelto más trota-aceras que nunca por culpa de mis huesos reblandecidos, se me están generando interrogantes vitales en los lugares más insospechados de Algorta.

La foto de las tres culturistas que miran pasmadas a la playa de Ereaga exhibiendo músculos hipertrofiados, bronceado con la melanina saliéndose de escala y expresión catatónica paraliza mi marcha inevitablemente cuando paso a su lado.

Esta foto engancha mi mirada y me quedo bizca de pasmo. Ver esos músculos hiperdesarrollados, bajo una intensa mirada azul, me corta la respiración, hasta me frena las piernas. Una se imagina toda esa sangre trabajando como la clase política en víspera de elecciones, a punto de reventar del esfuerzo por llegar a todos los rincones. ¡Músculos de mujeres! Que no estoy acostumbrada todavía a la igualdad en el culturismo, esa es la verdad.

Y el cerebro se me atasca de preguntas. ¿Esto era la igualdad? ¿Conseguir similares músculos hiperabultados? ¿Calcar lo que según nuestra cultura les va a los hombres y dejarse la vida en alcanzarlo? Ya les podría haber dado a ellos por lo mismo, los tendríamos planchando hasta los cordones de los zapatos, repasando los cristales con el paño de limpiar las gafas y limpiando las separaciones de las baldosas de la cocina con una aguja pinchaporquería. ¡Mira que tenemos ganas de que se hagan domésticodependientes!

Volviendo a las chicas culturistas de la foto, es cierto que le han puesto el toque diferenciador: una buena capa de rimel y otra de sombra de ojos. De momento son territorio femenino según la cultura “culturista” actual, que es como decir que puede cambiar mañana mismo. Es  lo que tiene lo cultural, de un día para otro se puede cambiar y nadie se lo cuestiona. Y me vuelve otra pregunta ¿algún día se llenará el mundo de hombres adictos a la limpieza de los azulejos?

miércoles, 15 de septiembre de 2010

Es lo que hay



Es lo que hay - me dijo la ginecóloga. Miré de nuevo el informe de la densitometría y pensé “claro, como ella debe de tener unos 35… esto le pilla lejos, y no empatiza conmigo porque, seguro, debe de figurar en los manuales de primero de medicina que se evite la empatía con la paciente, y ésta lo sigue a rajatabla”.

Allí estaba la prueba, en aquella imagen rara que le habían sacado a mi fémur. Bueno, me dije, lo podías haber esperado, dada tu herencia genética, no eres la primera mujer de la familia descalcificada. Pero me cabreé, ¡ya está bien!, otra discriminación, nos toca esta lotería a las mujeres y no a todas. ¡Qué bien, en el grupo de las escogidas!

He vuelto a mirar la densitometría decenas de veces. Una imagen vale más que mil palabras. Me lo van a decir a mí, que tengo la manía de ir con la cámara digital en el bolso, a todas partes. ¡Nunca se sabe lo que te puedes encontrar! A veces una puesta de sol alucinante y otras una calle plagada de socavones. La realidad es así, o te reblandece las neuronas sentimentales o te provoca un pinchazo en la rueda del coche a las siete y media de la mañana cuando vas tarde a trabajar. Es lo que hay – diría mi ginecóloga, seguro.

lunes, 13 de septiembre de 2010

Tempus fugit

Dice el marido de una compañera de trabajo de mi marido que no le gusta nada hacer tareas en el hogar porque considera que se le consume la vida en ello. Vamos, que resulta algo inútil, nada agradecido, fútil en el tiempo, cansado, y todas esas cosas que se suelen asociar a estas tareas.

El fulano no ha descubierto nada nuevo, de hecho supongo que recoge el sentir generalizado de las maripuris desde hace décadas. Pero ahí queda, el tío lo suelta y se queda tan ancho. Y como encima es científico, no te atreves a seguir tirando de la manta porque a lo mejor te lo fundamenta con una superteoría de las gordas y te deja en el suelo del susto.

A mí la verdad es que este tipo de comentarios me hacen mucha gracia, y me recuerdan una frase que suele decir mi padre y que según el contexto me saca de mis casillas: "si el problema tiene solución, no te preocupes, y si no la tiene, ¿para qué preocuparse?". Y es que con esto de las tareas domésticas, no hay muchas opciones: te puedes dedicar a la casa y tenerla más o menos decente para no encontrarte de pronto en medio de una leonera, o sin más puedes optar por que te coma la mierda y tires de telepizza o de salchichas al microondas (esta receta NUNCA te la encontrarás en el programa de Argiñano).

Lo de las tareas del hogar da para una tesis doctoral. Y lo divertido de todo esto (más que nada por verlo con sentido del humor, que estamos a lunes), es que estas profundas reflexiones las suelen soltar generalmente los hombres. Y nosotras nos quedamos como pensando, a ver cómo las refutamos. Mientras que creo que si fuéramos nosotras las que lo dijéramos, directamente nos llamarían cerdas a la cara. O eso creo, haciendo un rapidísimo sondeo por mi entorno.

Anda que no queda por hacer...

martes, 7 de septiembre de 2010

Ramalazo de Justicia.

Yo, "La Mari-loncha de jamón York" con ramalazo de justicia.

Esta “taintantos" de las otras Maripuris ha estado unos días con su madre de “más taintantos” en un hotel de la playa de Ribadesella; hotel que por sus medidas de accesibilidad y atención profesional del personal  facilita la estancia a personas  con dificultades de movilidad.

Mi amatxu, a pesar de sus “muchos taintantos – 87 años-  sus ansias de vivir son siempre desbordantes. Bueno, bueno, siempre-siempre es mucho decir. El tener tantas ganas de seguir aquí en esta tierra y ser tan irrracional en lo concerniente  a su medicación  y dietas alimenticias, a mi parecer, es una grandísima contradicción.  Estos dos problemas, medicación y alimentación , me han traído de cabeza durante varios días. Cuando se está fuera de casa ellos se agudizan. Pues bien, un día de la semana pasada, en el mismo paseo de la playa de Ribadesella, dejo a ama bien sentadita en un banco mirando al mar mientras, me voy a otear restaurante en búsqueda y captura de platos condimentados sin sal ni azúcar, -es diabética e hipertensa - A mi regreso,  la encuentro conversando con una pareja de unos 70 y tantos.
  • Señora mirándome. ¿Tienes marido?
  • Yo, “La Mari-loncha de Jamón York: No,ooo.
  • Señora de nuevo: ¡Ah! ¡Así puedes cuidar a tu madre!.
  • Mi madre: Claro...
El claro fue cuando yo, después,  le eche una parrafada a mi madre. Según ella ramalazo feminista. Según yo ramalazo de justicia.

La Mari-loncha de jamón York

Pdta: Se me ha olvidado. Tengo 3 hermanas y 5 hermanos y todavía estoy en el mercado laboral.

lunes, 6 de septiembre de 2010

Elogio al padre

No sé si seré un poco reaccionaria y contracorriente, al menos en lo que al espíritu de este blog se refiere, pero no se me ocurre un espacio más idóneo para elogiar y felicitar públicamente al padre de Leire, a la sazón mi pareja, mi marido, mi compañero, o como se desee llamarle.

Desde que nació Leire hemos tenido nuestros más y nuestros menos en esto de la crianza. Entre que una es primeriza (y él también), que la gente nos bombardea con consejitos a diestro y siniestro, que a veces parecen más bien órdenes que sugerencias; teniendo en cuenta además que con la maternidad eso de dormir de tirón se suma a muchas otras utopías de la vida. Y que en fin, y para qué engañarnos, somos los dos un par de cabezones, pues eso, que hemos tenido que pasar un pequeño cuello de botella para descubrirnos a nosotros mismos.

No niego que todavía hay cosas que no entiendo de su persona, e imagino que a él le pasará lo propio conmigo. Es lo que tiene envejecer juntos. Y aunque puede parecer caótico, para mí no deja de resultar sumamente interesante el hecho de saber que nunca se conoce del todo a la persona con la que estás, porque eso significa que nunca has de abandonar la vena exploradora que un día cada vez más lejano te movió a acercarte a él.

Felicitarle es decir una obviedad, puesto que nadie debiera ser felicitado por cumplir su obligación. Sin embargo, lo hace con tanto desinterés, tanta dulzura y entrega, que juro que parece que tiene el gen ese que ya he comentado, que creo que tenemos nosotras implantadas por defecto.

Así que felicidades Agus, porque cada día te pareces más al modelo de pareja-padre que quería.

sábado, 4 de septiembre de 2010

Mi niña quiere teta

Mi hija se llama Leire. Tiene casi nueve meses. Y le sigo dando teta, como chupete, como postre, como vicio, como toma, y en todo caso, a demanda y cuando a ella le apetezca. Representa un vínculo afectivo único, especial e irrepetible, que nadie excepto ella y yo podemos compartir. Tal vez por eso mismo resulte difícil de entender a algunos y a algunas, el hecho de que continúe con esto que se llama "lactancia prolongada".

Que conste que sigo estrictamente las recomendaciones de mi pediatra y mi matrona, no vayáis a pensar que soy la típica histérica reaccionaria a favor de la teta de manera incondicional. Que ya sé que a nadie amarga un buen pedazo de jamón de Guijuelo, pero todo a su tiempo. Creo que ya se me entiende.

Por otro lado, Leire y yo no nos metemos con nadie. Allá donde estamos y nos apetece, yo saco la teta tan ricamente y ella come, se relaja, se duerme entre mis brazos con esa gotita blanca que asoma por su boca. Y mira, si los demás quieren dar biberón, en su derecho están, que para eso la tecnología trabaja a destajo. Sin embargo, digo yo, que si la naturaleza me ha dado un par de tetas como al resto de mamíferos, será para usarlas para eso, para dar de mamar, además de servir para otros menesteres que creo no viene a cuento detallar aquí.

Así que nada, reivindico desde aquí el derecho de Leire y mío de disfrutar de la lactancia. Y aprovecho para decir que:

- No es una esclavitud. Vale que ordeñarme en el curro no es de lo más cómodo, pero es una satisfacción saber que los biberones que se ha tomado en mi ausencia han sido, al menos hasta ahora, de mi leche.

- Es cómodo. Puedo ir a cualquier sitio con el convencimiento de que si se da el caso, ahí está la teta salvadora para apaciguar ánimos en plan pintxo, en plan bebida de media tarde o, si hace falta, en plan jamada de mediodía.

- Me hace crecer como persona. Y vale, sí, soy insegura por naturaleza, necesito confirmar con los demás si hago lo correcto. Pero eso no significa que en mi fuero interno sea completamente idiota y carente de sentido común y no atisbe a ver que, si hasta ahora la peque está creciendo de maravilla, no lo debo estar haciendo tan mal del todo.

Si tuviera otro hijo, repetiría la experiencia. Sin dudarlo.

La maripuri primeriza.

jueves, 2 de septiembre de 2010

No me arrepiento de nada

No me arrepiento de nada.
Desde la mujer que soy,
a veces me da por contemplar aquellas que puede haber sido;
las mujeres primorosas,
hacendosas, buenas esposas,
dechado de virtudes,
que deseara mi madre.
No sé por qué
la vida entera he pasado
rebelándome contra ellas.
Odio sus amenazas en mi cuerpo.
La culpa que sus vidas impecables,
por extraño maleficio,
me inspiran.
Reniego de sus buenos oficios;
de los llantos a escondidas del esposo,
del pudor de su desnudez
bajo la planchada y almidonada ropa interior.

Estas mujeres, sin embargo,
me miran desde el interior de los espejos,
levantan el dedo acusador
y, a veces, cedo a sus miradas de reproche
y quiero ganarme la aceptación universal,
ser la "niña buena", la "mujer decente"
la Gioconda irreprochable.
Sacarme diez en conducta
con el partido, el estado, las amistades,
mi familia, mis hijos y todos los demás seres 
que abundantes pueblan este mundo nuestro.

En esta contradicción inevitable
entre lo que debió haber sido y lo que es,
he librado numerosas batallas mortales,
batallas a mordiscos de ellas contra mí
- ellas habitando en mí  queriendo ser yo misma -
transgrediendo maternos mandamientos,
desgarro adolorida y a trompicones
a las mujeres internas
que, desde la infancia, me retuercen los ojos
porque no quepo en el molde perfecto de sus sueños,
porque me atrevo a estar loca, falible, tierna y vulnerable,
que se enamora como alma en pena
de causas justas, hombres hermosos,
y palabras juguetonas.
Porque, de adulta, me atreví a vivir la niñez vedada,
e hice el amor sobre escritorios
- en horas de oficina -
y rompí lazos inviolables
y me atreví a gozar
el cuerpo sano y sinuoso
con que los genes de todos mis ancestros
me dotaron.

No culpo a nadie. Más bien les agradezco los dones.
No me arrepiento de nada, como dijo la Edith Piaf.
Pero en los pozos oscuros en que me hundo,
cuando, en las mañanas, no más abrir los ojos,
siento las lágrimas pujando;
veo a esas otras mujeres esperando en el vestíbulo,
blandiendo condenas contra mi felicidad.
Impertérritas niñas buenas me circundan
y danzan sus canciones infantiles contra mí
contra esta mujer
hecha y derecha,
plena.

Esta mujer de pechos en pecho
y caderas anchas
que, por mi madre y contra ella,
me gusta ser.