Paseo de Aixerrota, pasadas las siete de la tarde.
Una vez que se enfila el pasillo de cemento que va paralelo a la hierba y al bidegorri, todo el mundo camina a ritmo de desfile de infantería. Es lo que me han dicho, andar, andar mucho, airosilla, no como si fueras viendo escaparates, ... La mayoría de la gente cree que a todas las mujeres nos pirran las tiendas.
Por eso casi no les había visto hasta llegar a unos metros de su posición, justo al lado del antiguo molino restaurado. Una pareja de novio-novia y un fotógrafo. Parecían estar realizando el tradicional reportaje de boda, las acostumbradas fotos de caras tiernas y miradas arreboladas, para recordar aquel momento el resto de sus vidas,.. o al menos una temporada, ahora no se sabe.
La novia y el novio habían adoptado una posición excéntrica, hasta extravagante para una pose de pareja enamorada, en estado de puro desequilibrio. Sus cuerpos estaban separados más de un metro y a esa distancia ¡pretendían cogerse de la mano!, lo que les obligaba a arquear el cuerpo en un ángulo imposible de 45 grados y a forzar la sonrisa apretando los dientes. Estaban tensos, bloqueados en la postura. ¡Hasta el molino lucía más flexible que ellos! El resultado era que parecía como si ella pretendiera fugarse y el tratara de impedirlo, o al revés, que el se lo había pensado mejor y quería coger las de Villadiego, mientras ella trataba de retenerlo en el último momento… ¡Santo cielo, qué postura, se iban a partir!
Y en esas que se oye la voz del fotógrafo dirigiéndose a la novia, en tono paciente y paternalista:
- Ya te lo he dicho antes, cuando yo te doy una instrucción es para que la hagas tuya y después tienes que realizarla de forma natural, como si se te hubiera ocurrido a tí, como si saliera de ti…
Yo pensé “.. y solo es el fotógrafo”. El muy tirano pretendía hacer un ocho con la columna vertebral de la chica y que pareciera que había sido idea suya. Claro, además, esperaba que pusiera un gesto placentero...
Tuve que alejarme mordiéndome la lengua para no decirle a la chica que recuperara la vertical y que le dijera a aquél botarate en qué postura quería verse los próximos años en la foto de boda, que a buen seguro estaría en el salón, cerca de la tele, y tendría que verla a diario …
¿Qué hacía el novio mientras tanto? No decía nada, solo la miraba con aire confiado, !tu puedes hacerlo, cariño!. ¡Estaba de parte del fotógrafo!
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